¡Que cosa! Cuando el político busca elegirse - o re-elegirse- recorre su circuito ofreciendo estos y aquellos proyectos que su oponente no podría lograr; el elector se convierte en un consumidor que debe elegir el mejor producto, uno que sabemos nos defraudará en mayor o menor medida, así lo dicta la experiencia, pero en fin, esa es la sociedad en que vivimos y el sistema político que aunque libre no es lo suficiente como para permitirnos desechar de forma inmediata el producto defectuoso (la leche cortada, pero regresa en nuevo empaque como yogurt de primera).
Bajo esa misma linea de pensamiento, y ¿qué hay del productor o expendedor del producto político? dígase el partido que lo respalda y al cual nadie se le ocurriría acudir en caso de reclamo porque a final de cuentas, igual que campesino, ve gordo el ganado que le pertenece.
Ahh, pero ¡Ay de que dicho ganado cruce al terreno ajeno, atraído por pasto$ más verde$! El clientelismo, la otra cara de la misma moneda con la que compran al ciudadano común les parece la falsedad más inimaginable. La traición y el deshonor.
A todo esto, mientras que los dioses se baten en los cielos, los mortales seguimos la lucha como quien ve una telenovela, sin mucha esperanza de beneficio, más allá del entretenimiento, por supuesto.
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