A veces la comunidad científica me da ganas de llorar; esta semana he leído sobre dos revolucionarias ideas para evitar el calentamiento global, la primera proviene del campo de la bioingeniería: manipular genéticamente algunos tipos de árboles para potenciar su capacidad inherente de transformar CO2 en O2 (dióxido de carbono en oxígeno) . La segunda consiste en promover el cultivo de plantas cuyas hojas sean más reflexivas, propiedad que les permite retornar más energía solar al espacio en vez de calentar el planeta.
Ninguna de las dos ideas aborda los problemas de raíz -valga la redundobotánica-, donde la causa del exceso de CO2 existente es la contaminación o que la expansión descontrolada del espacio humano para vivienda o cultivo, es lo que hace en primer lugar que se pierdan miles de hectáreas boscosas naturales. Aún peor, al suplantar la flora nativa implican la reducción de la biodiversidad o vulneran el sistema. Algo similar ocurrió aquí en Panamá cuando los americanos introdujeron una planta originaria del sur de Asia (Saccharum spontaneum) durante la construcción del Canal para prevenir los efectos de la erosión, esta "ahoga" las plantas vecinas y representa peligro de fuego forestal en verano.
La Vida tiene su propia "inteligencia", una manera tried and true que le permite persistir y evolucionar, en su diseño se aprecian tanto la complejidad de sus elementos constituyentes como sus relaciones, una red de fuerzas que el Hombre en su impaciencia y ambición se empeña en ignorar.
Lo que obtenemos fácilmente, estimamos muy poco; es la entrañabilidad lo único que da valor a las cosas. - Thomas Paine
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