Pensemos entonces en un sistema computarizado, en su base encontraríamos los bloqueos absolutos para aquellos sitios cuya posición en contra de la cúpula gobernante es inamobible, la crítica es esperada y el rechazo no puede ser más que inmediato. Allí también estarían los facilitadores, los proxies, dígase de aquellos sitios que ofrecen el enmascaramiento del destino. Estos cambian y todos los días aparecen nuevos, su mantenimiento debe ser manual.
El tamizado continuaría con una colección de filtros que analizan el contenido del tráfico, palabras específicas (libertad, Tibet, derechos humanos, democracia, etc), inclusive autores, enemigos conocidos y desconocidos agrupados bajo el mismo paraguas. Hasta aquí el dominio del sistema es semiautomático, casi todo el trabajo lo realizarían máquinas y muchos "falsos-positivos" serían generados, por ejemplo, una referencia a la plaza de Tiananmen podría ser categorizada como sediciosa y ser bloqueada, aunque el corte del artículo sea turístico. Pérdidas aceptables supongo.
En el último nivel estarían los censores humanos (calculados en varios miles), aquellos que recorren los sitios populares, blogs y forums, en busca de discusiones, temáticas, corrientes de pensamiento de corte subversivo, suprimiendo y criticando de forma abierta o sesgada a los disidentes, reportándolos a las autoridades en el "mundo real".
¿Pero quien vigila a los vigilantes? Gozando de muchas más libertades de navegación por la internet, viendo como este mundo de conceptos y estilos de vida tiene incontables caras y lo que es más, como la vida en China se convierte cada segundo en más capitalista, impulsada por su esfuerzo, la industria y el propio gobierno... ¿qué tanto son influenciados por estas tendencias que amenazan con hundir el aparato comunista como tal?
A la vez, en muchos sentidos la vida del chino común no es muy diferente de lo que ha sido desde los tiempos de reyes y emperadores, se trabaja fuerte y por muy poco dinero, un gobierno concentrado en mantener bajo un fuerte yugo a millones de personas. ¿Es posible un cambio real bajo estas condiciones? ¿O acaso los chinos se enfilan hacia una democracia con sabor propio? ¿Qué papel juega la familia tal y como la conciben y viven los chinos?
Tal vez la respuesta nos la da una fuente algo inesperada, Karl Marx: “El obtener nuevas formas productivas fuerza a los hombres a cambiar sus modos de producción y al cambiar sus modos de producción, la manera en que se ganan la vida, cambian totalmente sus instituciones”.
A final todo cambio depende del hombre y no necesariamente de las instituciones en apariencia monolíticas, ya que son personas las que las construyen y mantienen, las hacen prosperar o arruinan. Los vigilantes tienen los mismos sueños y esperanzas que cualquier otro ser humano, parados sobre la muralla, son custodios de una idea y posiblemente los primeros en saber que tan fuerte o frágil es, si ha de perdurar o desvanecerse. Sólo el tiempo tiene la palabra final.
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