La ley es clara, si las construcciones a la orilla de la Avenida Balboa obstruyen la ampliación vial deben ser removidas porque el interés de la mayoría debe prevalecer sobre el privado y agrego, porque lo dicta el sentido común. El Hotel Mirarama y el Club de Yates y Pesca son errores urbanísticos que se permitieron a costilla de nuestra mal llamada tolerancia, se apropian de un espacio público, complicarán y encarecerán los costos de la Cinta Costera más allá del debatible mérito e implicaciones económicas que su eliminación traería.
Es cierto, en el caso del Hotel Miramar los costos serían muy elevados (demoler el Club y transladarlo a otro lado es mucho más sencillo), pero a la larga toda la ciudad y sus habitantes requieren utilizar este espacio por las razones de vialidad presente y futura, además el dinero malgastado en rodear y segregar estos espacios bien podría invertirse en más obras públicas o necesarios mantenimientos; esta debería ser suficiente razón para despejar el horizonte de estos monumentos al juega vivo y la miopía.
Asi es mi Panamá.
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