Recuerdo hace diez años cuando visité el recién inaugurado proyecto turístico Mi Pueblito en las faldas del Cerro Ancón; muy publicitado por su gestora la entonces alcaldesa Mayín Correa, como un destino importante no solo por turistas sino también por nacionales interesados en reconocer en este reducido espacio un pedazo de la vida sencilla de las poblaciones del interior, tanto campesinas como indígenas.
Grata fue mi sorpresa al encontrarme con un proyecto bien realizado, bastante completo en su presentación de contenidos y que contaba -a diferencia de la gran mayoría sino todas las iniciativas gubernamentales similares- con un apoyo logístico y de recursos necesarios para dar un paso más allá de una buena intención: ambientación, arquitectura, trajes, costumbres y sobre todo, gente bien informada, dispuesta a ofrecernos la experiencia de visitar un pueblito interiorano.
El sábado visité el lugar y esto es lo que ví; aunque la sección donde se encuentra el Museo de la Pollera y en menor medida el pueblo afroantillano se encuentran en condiciones semi aceptables, la parte kuna no lo está. Y ni mencionar el completo abandono del área emberá.
Techos raídos, bohios sin iluminación, baños ruinosos...
Hace un par de semanas uno de los concesionarios kunas se quejó ante el diario La Prensa sobre la falta de mantenimiento, responsabilidad del actual alcalde, a que les tienen sujeto. A los pocos días le desalojaron. "Si no te gusta como está, vete", o algo por estilo.
Otra de las artesanas me dijo que ellos mismos tenían que hacer las reparaciones a riesgo de que el techo se les venga encima. Rubén Blades dijo que les apoyaría. Nada.
Es triste. ¿Es este el Panamá con el que queremos atraer turistas? ¿O será que solo importan las torres de concreto y las playas que podamos venderles? Este es el reflejo de cultura que se llevan los extranjeros. Vergonzoso.
Grata fue mi sorpresa al encontrarme con un proyecto bien realizado, bastante completo en su presentación de contenidos y que contaba -a diferencia de la gran mayoría sino todas las iniciativas gubernamentales similares- con un apoyo logístico y de recursos necesarios para dar un paso más allá de una buena intención: ambientación, arquitectura, trajes, costumbres y sobre todo, gente bien informada, dispuesta a ofrecernos la experiencia de visitar un pueblito interiorano.
El sábado visité el lugar y esto es lo que ví; aunque la sección donde se encuentra el Museo de la Pollera y en menor medida el pueblo afroantillano se encuentran en condiciones semi aceptables, la parte kuna no lo está. Y ni mencionar el completo abandono del área emberá.
Techos raídos, bohios sin iluminación, baños ruinosos...
Hace un par de semanas uno de los concesionarios kunas se quejó ante el diario La Prensa sobre la falta de mantenimiento, responsabilidad del actual alcalde, a que les tienen sujeto. A los pocos días le desalojaron. "Si no te gusta como está, vete", o algo por estilo.
Otra de las artesanas me dijo que ellos mismos tenían que hacer las reparaciones a riesgo de que el techo se les venga encima. Rubén Blades dijo que les apoyaría. Nada.
Es triste. ¿Es este el Panamá con el que queremos atraer turistas? ¿O será que solo importan las torres de concreto y las playas que podamos venderles? Este es el reflejo de cultura que se llevan los extranjeros. Vergonzoso.
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