Me gustan las tvs de pantalla plana. ¿A quién no? Sus cada vez más delgadas siluetas nos seducen con la promesa de una imagen perfecta y el brillo de ese futuro streamlined con autos voladores que nunca se nos cumplió. Pero al verles de cerca y leer sobre sus especificaciones comprendemos el precio a pagar por la ilusión: indisponibilidad de programas-canales de alta definición para el usuario común, el upscaling de las películas previas a su invención es lento y no siempre se traduce en un resultado satisfactorio y finalmente, el alto consumo de electricidad que propician (que a la vez conyeva generación de calor y la necesidad de proveerles de un ambiente más cuidado que nuestros televisores tradicionales).¿Cómo satisfacer nuestra hambre por tecnologías brillantes y cumplir con el llamado de la conciencia verde?
La Unión Europea y en mayor medida en el estado de California, conducen estudios para limitar y exigir a los fabricantes de pantallas LCD y plasma, mejores estándares de consumo, redefinición del modo de espera (esa lucecita que indica que el televisor no esta por completo apagado mientras que sigue tragando electricidad) y hasta prohibiendo los modelos más grandes e ineficientes.
En principio, la solución al dilema radica en estudiar las especificaciones y preferir un LCD a los plasmas, esperar mejoras sobre la tecnología existente o bien, estar pendientes de los desarrollos en las pantallas láser y OLED que deben superar las actuales con un consumo eléctrico menor. El estado actual de la economía mundial debe forzar a las compañías a crear opciones más asequibles, acordes a las demandas y disponibilidad de recursos; esto también aplica al computador que utiliza para leer esta nota, ya debe saberlo, es un hoyo negro de electricidad.
Paciencia (me digo). Cosas buenas le son otorgadas a los que esperan. Aunque también esta la otra opción: no hacer nada. Ya veremos.
El conservador moderno está abocado a uno de los más antiguos ejercicios en filosofía moral; esto es, la búsqueda de una justificación moral superior para el egoísmo - John Kenneth Galbraith
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