Todos los hombres - sean americanos, rusos, chinos, británicos, malayos, hindúes o africanos - tienen obligaciones mutuas que trascienden aquellas respectivas hacia sus sociedades soberanas - Norman Cousins
¿Acaso es tan sencillo? ¿es posible reducir un sentimiento xenófobo apelando a la hermandad que nos da ser miembros de la raza humana? Los hombres no nos sentimos completos si no pertenecemos a algún tipo de estructura social, pública o discreta. La soledad extrema solo tiene dos salidas: la comunión con lo infinito o la locura, la primera nos retorna a la multiplicidad al destruir el ego, la segunda nos abstrae de la realidad.
En el libro, El Descubrimiento de Francia de Graham Robb, se narra que en el año 1863 un cuarto de los soldados reclutas hablaba patois, en el 1880 solo una quinta parte hablaba francés, y es que la idea de una Francia unificada era un concepto tan extraño como la de un lenguaje único. Norte y sur se miraban con desdén. En el año 1740, un cartógrafo fue acuchillado a muerte por los habitantes de una población llamada Les Estables. ¿Un acto salvaje e irracional? No, dice Robb, estas personas se estaban defendiendo en contra de un acto de guerra. Pensaban que el hecho de que ser localizables en un mapa, a la larga, los desaparecería.
La angustia por la soledad y el temor a perder la individualidad son sentimientos inseparables del hombre y solo pueden ser aplacados por una elección consciente (inteligencia emocional), la voluntad y la tolerancia.