Siempre me ha llamado la atención el muy común sentir de que cuestionar el proceder de un presidente esta mal. Ministros, legisladores, es decir, más abajo de la cabeza, es válido, más no al jefe. El jefe está allí por algo, sea elección popular, mandato divino o intervención militar, y es eso lo que de alguna manera lo hace invulnerable al escrutinio de las mentes de menor categoría en el escalafón del poder.
¿Será que se nos olvida que ya no vivimos bajo la dictadura militar? ¿O tal vez pensamos que la silla de palacio le otorga al funcionario de turno alguna visión sobrenatural e inequívoca, para guiarnos a través del desierto de nuestra ignorancia?
Hoy se me apetece pensar que es una faceta de la idea del Too Big To Fail, el creer y sostener una actividad a ciegas porque no podemos visualizar un mundo ordenado sin ella. Tal vez pensamos que sin nuestra confianza en el primer ciudadano, el pais se sumergiría en la anarquía.
Pues simplemente aplaudir todo lo que él o ella haga no hará sus decisiones más justas. Es nuestra responsabilidad hacer que cumpla con su mayor deber: servirnos. No servirse de nosotros. El presidente es nuestro más poderoso empleado. No es una moneda tirada a la fuente, tiene que tener un plan claro, constantemente bajo revisión y aprobación nuestra. Debe mirar hacia adelante, más alla de su mandato porque al haber obtenido su puesto porque nos ha parecido el menos malo, es a la vez el más precindible de todos.
Recuerde que hoy esta rodeado de hombres de negro y otros yes men pero en un par de años, caminando por los pasillos del supermercado lo más importante en su mente será que el pan este fresco. ¿Por qué no hacer la cosas bien ahora?