Estratégicamente ubicadas por la ciudad hay unas vallas que muestran un proyecto de casas de dos pisos y destacan una niña que boquiabierta manifiesta "PAPA LO COMPRÓ!". No es muy diferente a la reacción de muchos panameños cuando el gobierno anuncia con bombos y platillos un nuevo proyecto que aprobado e inclusive en curso, pretende ser inagurado antes del fin del mandato actual.
Por supuesto las realidades económicas son menos lotería y más sobrecostos e intereses, obligaciones que por la premura de finalización se hacen más mayores; compromisos que hipotecan las arcas nacionales, la capacidad financiera actual y la de nuestros descendienes. No quito que hay obras necesarias, sino que sus magnitudes y concurrencia crean un ambiente de riesgo socioeconómico innecesariamente peligroso. Si hay confianza en el futuro financiero del país, entonces ¿por qué empeñarlo todo, ahora?
Papá no la compró, la debe. A quién no le gustaría tener todo o al menos gran parte de las cosas que vemos por ahí, el carro último modelo, el reloj biolumínico, la casita de playa... el tema es si realmente podemos pagarlo sin tener cambiar una o dos comidas por arroz pelao y agua o en caso de una emergencia, tener que recurrir a la caridad del vecino. ¿Acaso no nos es posible aprender de España o Grecia?
¿Dónde esta el árbol de la plata panameño? ¿Seguirá dando frutos en los proximos 10 o 15 años?
Niño, más vale que estudies y consigas una buena fuente de ingresos porque a diferencia de las deudas personales, los impuestos y sobrecostos de hoy, los tendrás que pagar tú. Tú no la comprastes, pero igual las vas a deber.
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