3/11/2010

Los hijos de los dioses y los hijos de los hombres

Extraño es el destino. Y nosotros también somos extraños.
El destino cambió. Y cambiamos con él.
Fue hacia adelante e hicimos lo mismo.
Y develó su rostro y nos sentimos sorprendidos y felices.
Ayer, temíamos al destino y nos quejábamos de él. Hoy, lo amamos y confiamos en él. Y comprendemos sus intenciones y sus secretos y sus misterios.
Ayer, caminábamos, desconfiados, como sombras trémulas en medio de los temores del día y de la noche. Hoy, caminamos con entusiasmo hacia las cumbres de las montañas, donde mora la tempestad y hacen sus nidos el relámpago y el trueno.
Ayer, comíamos el pan amasado con sangre y bebíamos el agua mezclada con lágrimas; hoy, recibimos el maná de manos de las hadas de la aurora y bebemos vino, perfumado con la fragancia de la primavera.
Ayer, éramos juguetes en manos de la fortuna; y la fortuna era un gigante embriagado que nos empujaba, ora a la izquierda, ora a la derecha. Hoy, la fortuna salió de su embriaguez, ríe y juega con nosotros y nos sigue hacia donde queremos conducirla.
Ayer, quemábamos incienso frente a ídolos y ofrecíamos sacrificios a los dioses. Hoy, no quemamos incienso, si no es para nosotros mismos, porque el mayor y más espléndido de los dioses escogió nuestro corazón por templo.

Ayer, obedecíamos a reyes y nos inclinábamos frente a sultanes. Hoy, sólo nos inclinamos frente a la verdad, sólo seguimos a la belleza y sólo obedecemos al amor.

 - Khalil Gibran

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