¡Como me cala escuchar a las autoridades del gobierno o personajes de la sociedad civil hablar sobre las bondades del deporte o el arte para alejar a los jóvenes del crimen! Como si jugar futbol en alguna de las canchas que improvisadamente se siembran en cualquier esquina mágicamente reemplazara un empleo honesto o brindara un techo digno. Inmediatamente después del corte de cinta el impulso decae, para luego desaparecer junto a otras recalentadas promesas.
¿Acaso se han detenido a pensar cuantos deportístas o artístas viven de esas actividades? Inclusive muchos de los denominados profesionales tienen otras fuentes de ingreso, actores, escritores que también son contadores, abogados o taxistas. Y si no las tienen, relegan o pierden la conexión de vida que requiere el perfeccionamiento de una habilidad. ¿Cómo podría convertirse el aspirante en un profesional? Mucho menos competir en mercados más desarrollados internacionalmente.
Ciertamente en un país como Panamá, donde ni siquiera existe un museo de artes plásticas como Dios manda o la cobertura de las exhibiciones esta plagada de fotos de asistentes y cero punto uno de crítica en cualquier medio masivo, difícilmente existen las condiciones que favorezcan el florecimiento de una actividad que se visualiza como lúdica o para "vagos".
Por supuesto, uno podría argumentar que muchos artistas notables surgieron de la pobreza, que algunos deportistas superaron grandes dificultades sociales para llegar a la cima de sus disciplinas, pero no hay que dejarse llevar por generalizaciones ya que en realidad, tales ejemplos son excepciones y dificilmente tienen parangón en el mundo especializado de hoy.
"Eres, hombre, el ser más maravilloso de la creación. Tienen lienzo, tienes colores, tienes pinceles...Pinta el paraíso y entra en él” - Nikos Kazantzakis
Más que buenas intenciones, acciones concretas, de otra manera el árbol nunca dará frutos de calidad.
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