12/11/2009

Mejor que la Naturaleza


Hace mucho tiempo leí un cuento corto en el que uno de los personajes se jactaba de que la invención X podía generar colores imposibles de encontrar en la Naturaleza.  Esa idea se me ha quedado grabada, ya que no existe creación humana que no replique procesos que no se den de forma natural en cualquier parte del Universo, pero que simplemente ocurren fuera de nuestro rango de observación, perceptivo o temporal.

En ese sentido, las declaraciones de un miembro de la Cámara Minera Panameña (CAMIPA) en el programa Debate Abierto, me recordaron esa fantasía:  decía él -en síntesis- que la actividad minera es más beneficiosa para el entorno que el propio ciclo natural, porque ellos cortan aquí pero reforestan n veces más allá.  Luego y para rematar, el director del Panamá América -quien consta en su árbol familiar de un connotado écologo- dijo que mucha de la riqueza acuífera del país se desperdicia con las lluvias ya que no es aprovechada para algo útil, supongo refiriéndose a la mineria o la generación hidroeléctrica, brincandose el ciclo del agua que alimenta mares, hace llover sobre los campos y demás fenómenos económicamente irrelevantes.

Si entendemos bien, la minería es entonces una especie de Dispositivo Génesis que reemplaza una ineficiente Naturaleza, terraformando un espacio divorciado de la biosfera, poblado solo por árboles enclenques y gente pobre en espera de un milagro.

Para otros, como el Ministro de Economía, la respuesta a la degradación ambiental radica en cobrar más por el daño, pero sin contar con un plan concreto que retribuya a las comunidades ni al entorno, como el policía que atrapa al criminal, pero que es liberado unas horas después por algún tecnicismo legal.


Que fácil es dejarse llevar por estas fálacias lógicas, producto de observaciones superficiales e interesadas.  Una geologa argumentó que los ambientalístas solo se centran en los malos ejemplos y citó a Brasil como modelo, como si la explotación desmedida en ese país no estuviese acabando con la riqueza del Amazonas, donde diariamente miles de personas peinan ríos y desmontan selva buscando hasta la última pepita de oro que los saque del lodazal tanto figurativo como real que habitan.  Ciertamente un mal ejemplo.

¡Ah! pero cuando el turista visita las minas se lleva su nombre grabado en un pedacito de metal.  Ese parece ser el precio justo por superar a la Naturaleza.



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