1.
Hace ya once años que visité Atenas, pero esta aún fresca en mi mente la siguiente escena: el bus que me recogió en el hotel nos llevó hasta los pies de la Acrópolis; la vi entonces desde un ángulo que no muestran las fotos de los libros y folletos, es una loma medianamente alta en medio de la ciudad punteada por algunos arbustos y rocas que marcan el camino hacia los Propileos. Tras una breve explicación sobre el origen y función de la alta ciudad, los grupos suben unos metros más por la esplanada hasta la sombra del Partenón, su joya principal. Y aquí esta como dice mi mamá, "el pegue de la cosa".
Mire ud lector, que estaba no solo yo, sino todo mi grupo, apeñuscados frente al guia, el único en español de los que habiamos llegado esa soleada mañana, absorbiendo información y exhalando emociones, de esas que surgen cuando el viajero siente en sus huesos: estoy aquí(!), escuchando sobre Fidias y pensando "Aqui donde estoy parado, Pericles también estuvo"... cuando un joven señor, de rolliza complexión interrumpe la explicación con la siguiente pregunta: "Oiga, ¿no han pensado instalar unas escaleras eléctricas? La cuesta es muy empinada".
Tras un par de segundos, la señora del pañuelo masculla: ¿Cómo se le ocurre? y así otras voces se levantan en protesta. Finalmente y para cortar el debate, el guia dedica unos minutos a explicarnos algo que me había llamado la atención previamente más no sabia su porqué: El piso de casi toda la Acrópolis es bastante liso, resbaladizo, ya que la acción del agua y los miles de visitantes que han pisado el mármol lo han pulido de tal manera que inclusive es peligroso si no se tiene cuidado. Si esta acción ha producido tal erosión, ¿cuánto más una intrusión como la sugerida? Luego nos habló de la necesidad de mantener el aspecto y ambiente del lugar, donde inclusive las restauraciones se realizan con los materiales y técnicas lo más apegados a su forma original, porque no se preserva cualquier cosa sino un pedazo la historia, la civilización humana.
Dijo entonces el quejoso: Bien, bien. Ya entendí. Pero es algo lógico, sería mas fácil que llegasen más turistas...
Los demás decidimos ignorarlo.
2.
De vuelta a nuestra realidad, nos toca vivir algo similar con el Casco Viejo y la Cinta Impositiva. Allí esta el barrio donde viví 30 años, en los cuales me tocó ser beneficiario y victima de la idea del gobierno sobre el remozamiento y mejoras del baluarte de nuestra nacionalidad: pintaron la fachada principal de las casas a lo largo de la Avenida 7a, A y B y se robaron unos 100 pies de tubería de cobre con la anuencia de los funcionarios de turno. Y eso fue todo, el maquillaje corrector estaba aplicado; de alguna manera estaban allí los miles o millones en mejoras, debiamos estar felices o bien, eramos unos malagradecidos.
3.
Ahora la CC3 se nos vende como la solución a los problemas del Casco, diciéndonos que esta traerá un mejor acceso y turistas por carretadas a sus mal cuidadas calles y edificios donde alternan el lujo y la pobreza, de "ricachones egoístas" (aunque si son buenos cuando pagan impuestos y restauran) e "invasores sinverguenzas" (pero que le insuflan autenticidad y espíritu de comunidad al barrio, haciendo de él más que un tablado/foodcourt/bar/fondo para anuncios de cerveza) algo que no podría hacerse de otra manera porque todos sabemos que lo mejor para un lugar como este, que debería preservarse y ponderarse en su valor intrínseco, es meterle una carretera de 4 o 6 carriles hasta sus murallas. "What could possibly go wrong?" Bueno, ahi esta Panamá La Vieja, con una calle por el medio de sus ruinosas ruinas y verdes campos de fútbol. El éxito esta asegurado.
4.
El gobierno -el presidente y sus yes men- es como el gordito de Atenas, pero uno que ya compró e instalará la escalera eléctrica porque lo que los demás pensemos no importa, se imaginan que todos los que nos quejamos somos unos hipócritas y que al final disfrutaremos con dientes pelados como se transtocan y devaluan los elementos de la historia viva del país.
El Casco es lo que es por su semi-aislamiento, por la altura de sus edificios, lo estrecho de sus calles, todas sus iglesias, porque uno puede parase en la muralla de las Bóvedas e imaginarse lo que fue ser un vigía en la espera de los piratas, pensar que tal vez lo último que escuchó Victoriano Lorenzo fue las gaviotas y el mar... Rodeemos esto con un volumen alto de vehiculos y simplemente deja de ser.
El contexto es todo, pero esta abstracción no cabe en sus cabezas. No se les puede transmitir, porque el que tiene un martillo todo le parece un clavo.
5.
Hemos, me temo, confundido poder con grandeza - Stewart I. Udall