Según los dueños de casa y los missólogos (no confundir, si quiere, con misólogo, aquel que odia el conocimiento y la lógica), las concursantes de hoy tienen que tener la figura de una modelo (léase flaca, pocas curvas, mirada vacía y/o desdeñosa de su entorno) para tener alguna oportunidad de triunfo, no como antes (ayer), cuando la ganadora era el resultado de una confluencia de factores políticos, económicos, turísticos y la voluntad irreducible del CEO de la compañía.
Si lo pensamos bien, esta estrategia es por completo razonable, los inversionistas demandan un retorno garantizado de su inversión y es imposible arriesgar el negocio por algo tan voluble como el gusto de millones de televidentes que aunque privados del elemento sorpresa, amanecerán y verán (yo no) lo mismo el año próximo.
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